Entrevista

Cuadernos de pedagogía

Abril 2000
Núm. 290

Carme Miquel

Maestra y ciudadana

Por Rafa Miralles, maestro y periodista

La mejor definición de Carme Miquel está escrita en su trabajo y en su compromiso cívico. Sencilla y de trato cordial, esta activa maestra de la comarca de La Marina ha recorrido todos los caminos que comunican la renovación pedagógica con la recuperación lingüística y cultural del País Valenciano. Escritora de libros y columnista de prensa, Carme Miquel no duda en calificar esta sociedad de «maleducadora».

¿Cómo recuerda su primer contacto con la profesión?

Soy hija de maestros y mi hermana mayor también lo es. Me crié en la escuela, siempre estuve rodeada de ese ambiente y jamás me planteé ejercer otra profesión. Con 21 años empecé a trabajar en un pueblo, Tavernes de Valldigna, y recuerdo que la relación afectiva con el alumnado era muy cercana. Me resultaba muy estimulante verlos ilusionados, estaba mucho tiempo con ellos fuera de la escuela y los quería mucho. A los actuales alumnos los veo algo diferentes: tienen muchos estímulos, pero se muestran pasivos, la mayoría se enganchan enseguida al televisor, al ordenador, a los videojuegos o a los teléfonos móviles, pero les cuesta sentirse motivados por otras cuestiones.

¿Podría definirse ideológicamente?

Yo tuve, como la mayoría de mi generación, una formación cristiana, impregnada de nacional-catolicismo. Pero en mi familia la educación tenía un importante componente humanístico, un aspecto que nunca he rechazado. He ido aprendiendo de todos, y me sitúo ideológicamente en la izquierda, en un sentido amplio. No me encuadro en ninguna organización política, aunque he colaborado con distintas formaciones de la izquierda nacionalista. Pero más que decirlo con palabras, es en el trabajo concreto donde prefiero plasmar mis ideas y definirme.

¿Cómo se produjo su acercamiento a la renovación pedagógica y a los movimientos ciudadanos?

En la etapa final de la dictadura uníamos la acción fuera de la escuela con la práctica interna. Desde dentro intentábamos cambiar la escuela con planteamientos pedagógicos innovadores, y desde fuera luchábamos para mejorar nuestras condiciones laborales y avanzar hacia la escuela pública. En los años ochenta, tuvimos la posibilidad, de transformarla de manera tranquila, porque contamos con un marco legal mucho más favorable. Creo que fue una etapa de muchos avances normativos, aunque falló su aplicación, que hubiera podido ser más progresista.

Usted trabajó en esa etapa como técnica en la Conselleria de Educación.

Yo participé como coordinadora en el Gabinet d’ús i Ensenyament del Valencia de la Generalitat, para dinamizar la enseñanza de la lengua con medios y estrategias innovadoras. Pero al tercer año lo dejé y volví a mi escuela en Alcàsser. En los noventa. asumí la presidencia de Escola Valenciana, una entidad que consiguió unificar todos los movimientos sociales vinculados a la escuela en valenciano y que venía organizando las Trobades d’Escoles en Valencià (Encuentro de Escuelas en Valenciano), un fenómeno sociológico extraordinario que cada primavera reúne en las distintas comarcas a decenas de miles de personas. Escola Valenciana siempre ha conjugado la renovación pedagógica con la enseñanza en valenciano, algo inseparable para nosotros. Es escandaloso ver cómo, desde 1995, somos ignorados por los responsables de la Administración educativa valenciana.

¿Con qué maestros o corrientes pedagógicas se identifica más?

A finales de los años sesenta asistí a las Escoles d’Estiu de Barcelona y descubrí los planteamientos de la Escuela Nueva y la Escuela Activa. Pero el grupo que más me influyó fue la Secció de Pedagogía de Lo Rat Penat, el núcleo valenciano de la pedagogía Freinet. Allí estaba Ferran Zurriaga, que era el principal depositario de la memoria de la escuela de la República. En aquel colectivo llevábamos a cabo propuestas de autoformación, intercambiábamos experiencias y, sobre todo, dedicábamos mucho tiempo a la discusión. Creo que Freinet sigue siendo actual, porque sus propuestas son muy fáciles de aplicar, no es rígido ni dogmático y estimula la creatividad, la participación y la autoorganización. Con la llegada de los ordenadores y de Internet, tanto la correspondencia escolar como los diarios o el texto libre de Freinet siguen manteniendo su validez.

¿Qué piensa de la pedagogia constructivista?

Una de las cosas que he aprendido de las corrientes pedagógicas es que fracasan si resultan difíciles de aplicar. En el caso del constructivismo, has de tener muy claras y poner en práctica todas las secuencias, las ideas previas,la investigación, la puesta en común …, conocer y conjugar los diferentes niveles de aprendizaje de los nanos (los niños) y procurar que cada cual avance según sus posibilidades. Además, has de actuar como animador, director de grupo y ser muy imaginativo. El proceso se hace largo y agobiante, y al final tanto los profesores como los alumnos se cansan. Reconozco que me ha resultado dificilísimo poner en práctica las estrategias constructivistas.

¿Cuáles son las dificultades más relevantes que destaca de la tarea educativa actual?

Hoy en día, en la educación intervienen factores que hacen que la influencia de la escuela y la familia sean muy relativas. De hecho, existen elementos externos a la escuela que suponen un obstáculo tremendo para educar. Cualquier análisis de la situación ha de tener en cuenta este hecho, porque ahora es más necesaria que nunca la educación fuera de la escuela. O aceptamos que la sociedad en su conjunto ha de ser educadora, o la escuela por sí sola lo tiene extremadamente mal. Es muy difícil educar en el seno de una sociedad que es «maleducadora«.

¿Qué quiere decir?

Un caso claro de mecanismo maleducador de esta sociedad lo tenemos en el consumismo infantil, que se potencia a través de los medios de comunicación. En la escuela queremos educar en el consumo responsable, pero la sociedad no lo permite. y los niños, como los mayores, quieren consumir el máximo posible. Cuando el nano entra a la escuela con tres años ya tiene unos hábitos consumistas muy asentados y es muy difícil que distinga lo que es necesario de lo accesorio, lo útil de lo que no lo es tanto.

En su libro A cau d’orella expresa su preocupación por la desigualdad social y plantea la necesidad de que la comunidad educativa se comprometa en su solución.

La desigualdad social y otros aspectos a los que me he referido anteriormente tienen mucho que ver en la actualidad con el fenómeno de la globalización económica. En esto existe un peligro, porque los jóvenes comprenden que hay países subdesarrollados y desigualdades entre el Norte y el Sur, pero para ellos eso es algo muy lejano , y no identifican estos problemas con su realidad inmediata. Yo no quiero que la solidaridad se quede en el apoyo puntual a una ONG, porque lo fundamental es conocerlas causas d e la desigualdad y aprender a intervenir. Las campañas y los talleres que organizamos en la escuela no pueden perder esa perspectiva. Solemos decirles que hay que ayudar a los países pobres dando un poco de lo que nos sobra, pero lo importante, aunque resulte difícil de comprender, es que hay que transformar la realidad.

En ese libro también describe la confirmación de su primer embarazo en la madrugada de una fecha emblemática, el 20 de noviembre de 1975. ¿Cómo ha combinado las funciones de madre y de educadora?

Los que tenemos una cierta deformación profesional siempre estamos preocupados por hacer en cada momento lo que creemos que es «educativamente correcta». A veces, he tenido serias dificultades para decidir entre lo que creía que era mejor para mis hijas y la presión ambiental. Aparecen contradicciones entre lo que nos piden y los modelos que tú quieres transmitirles, y resulta muy complicado de armonizar porque te planteas si has de mantener tus convicciones o seguir la corriente. Cualquier padre o madre debería controlar, por ejemplo, los horarios y los programas de televisión que ven sus hijos. Pero un control estricto puede provocarles problemas, ya que si no ven el último episodio de la serie televisiva de moda carecerán de elementos para relacionarse con sus compañeros al día siguiente. Muchas veces no sabes qué hacer. En estas situaciones, la conclusión que saco finalmente es que debo ser coherente con lo que pienso. Al menos, si me equivoco será por mantener mi propia coherencia, y no la que otros han tratado de imponerme.

¿Ha comprobado si existen muchas diferencias entre la adolescencia de sus hijas y la que usted vivió?

¡Claro! En mi caso, las coacciones exteriores marcaron los límites a mi necesidad de afirmación adolescente. Mis hijas, en cambio, han tenido menos límites, pero el precio que hemos pagado su padre y yo ha sido muy elevado. A nosotros nos hacen la competencia otros agentes, las discotecas, por poner sólo un ejemplo. Muchas veces te ves obligada a ceder en beneficio del que negocia con la salud de tu hija, porque si intervienes demasiado, ella lo pasa mal y la cosa no funciona. Volvemos otra vez a tropezar con las contradicciones creadas en el ambiente social.

Sus dos hijas llevan ahora una vida autónoma. ¿Cómo afronta su emancipación familiar?

En casa hemos intentado educarlas para que fueran unas personas autónomas y no me ha supuesto ningún trauma que salieran de casa y vivieran su vida, porque la relación y la comunicación entre nosotras sigue siendo buena. Dicho esto, reconozco que algunos momentos son complicados, porque las situaciones que viven tus hijas son inesperadas y algunas opciones que toman te sorprenden o no las entiendes bien. Eso te obliga a estar resituándote constantemente, y a veces resulta duro. Pero, en cualquier caso, es fundamental mantener abiertos los canales de comunicación y asumir que su vida de personas adultas es suya y no nuestra, aunque el afecto por ellas siempre es el mismo.

¿Sabe qué dicen los jóvenes que han leído sus libros?

Ésa ha sido una de las experiencias más bonitas y satisfactorias que he tenido. La relación con los lectores jóvenes es muy diferente a la que mantengo con mis alumnos. Cuando me invitan a algún colegio o instituto comentamos los efectos que les ha producido la lectura. Me preguntan muchas cosas sobre las historias que cuento. Son muy sinceros> siempre ponen de manifiesto si les ha gustado o no, y al final me plantean cuestiones personales y desmitifican a la escritora En una escuela que visité en Benissa, una población de La Marina en la que se sitúa la trama de Uns papers en una capsa, me aseguraron que habían identificado los lugares que describía. Me hizo mucha gracia, porque tenían localizados perfectamente unos escenarios que para mí eran imaginarios. Muchos jóvenes de instituto también me comentan que les ha gustado la descripción que hago del franquismo y de la transición a la democracia en A cau d’orella, y que querrían leer más textos de esas características. Para ellos, esa etapa es casi la prehistoria.

Tras conocerse los crímenes de Míriam, Toñi y Desiré, alumnas de su escuela, en Alcàsser, usted argumentó que el centro debía seguir comprometido con los valores pacifistas. ¿Qué han hecho durante estos siete años?

En aquel momento, la escuela desempeñó un buen papel. Mientras en el pueblo la gente reaccionaba con las lógicas expresiones de venganza muchos medios de comunicación se recreaban con el morbo de la noticia, en la escuela tuvimos claro desde el primer momento que había que dejar que las compañeras y compañeros de las niñas se expresaran libremente, que manifestaran sus sentimientos. El mismo día en que se conoció el desenlace, escribimos poemas en memoria de nuestras amigas, procurando evitar que aflorara la frustración, el miedo y la desconfianza hacia las personas desconocidas. Inmediatamente volvimos a la normalidad, intentamos analizar serenamente las causas de aquellos crímenes y seguimos trabajando íntegramente los valores no violentos que siempre habíamos potenciado. Hoy en día el tema ha desaparecido prácticamente de la actividad escolar, porque la gente tiene una enorme capacidad para olvidar y, además, la inmensa mayoría de los alumnos y alumnas actuales todavía no habían nacido cuando se produjeron aquellos hechos.

En su trabajo docente y en sus textos se muestra especialmente sensible con la violencia.

A cualquiera que tenga una mínima sensibilidad, aunque no haya vivido experiencias directas, le debería de afectar la violencia y los conflictos de todo tipo. Personalmente, sigo sin entender por qué no se resuelven los conflictos de modo no violento. En un conflicto la única solución es negociar. Debería existir una profesión de gente muy preparada que conociera las estrategias necesarias para resolver los conflictos, incluidos los escolares. En la negociación todos ganan y pierden algo y es fundamental enseñar y aprender a negociar, una actividad en la que unos y otros necesitan escucharse.

¿Está proponiendo una nueva materia curricular?

Lo que digo es que ahora, como siempre, hemos de replantearnos el papel de la escuela En este sentido, la película de Tavernier “Hoy empieza todo” resulta muy ilustrativa, porque los maestros hemos de estar actuando constantemente dentro y fuera de la escuela. Necesitamos nuevos profesionales que se ocupen de los problemas sociales que existen, trabajadores que intervengan en las familias, porque la acción tutorial por sí sola es insuficiente. Cualquier director de escuela ha de estar en contacto continuo con el asistente social para resolver los problemas de absentismo o tramitar las becas de determinados alumnos. Sin embargo, el director no tiene capacitación profesional para abordar diferentes estrategias de intervención con las familias. Si estas labores estuvieran a cargo de profesionales cualificados crearíamos puestos de trabajo, y la escuela sería más eficiente, porque cada cual haría aquello para lo que está profesionalmente capacitado.

¿Cómo entiende la función directiva tras cinco años de ejercicio?

La dirección debería dedicarse en exclusiva a dinamizar las tareas pedagógicas, pero en demasiadas ocasiones tu función queda relegada a hacer otras cosas, que te hacen perder mucho tiempo y energías. Pedir al ayuntamiento que realice las reparaciones y el mantenimiento es algo desesperante, pero imprescindible, porque todos los días pasa algo. Todo esto, la burocracia y muchas cosas más, forma parte del trabajo cotidiano de la dirección de una escuela y de muchos maestros, y es algo que crea mucho estrés. Mis compañeras de claustro creen que deberá hablarse más del estrés que padecemos.

¿Del estrés como una enfermedad profesional del profesorado?

Hay docentes que se implican tanto que acaban estresados y es preciso saber qué hemos de hacer para evitar ese estrés. Existe un sector muy dinámico del profesorado que se ilusiona y se implica a fondo con los proyectos, y el problema es que luego no saben cómo cortar. En esta profesión, la relación con el alumnado es de por sí difícil, y cuando la maestra se vuelca en su trabajo el estrés se dispara. Contrariamente a lo que algunos dicen, no es un hecho excepcional. Un artículo de Fernández Enguita publicado en Cuadernos de Pedagogía [«¿Es pública la escuela pública?», nº 284, octubre de 1999] acentuaba desmesuradamente el perfil acomodaticio de algún tipo de maestro que puede ser que exista. pero que no es representativo de la mayoría de la profesión.

¿Qué piensa del creciente protagonismo de las nuevas tecnologías en la educación?

El esfuerzo que está realizando el profesorado para adaptarse a estas tecnologías es encomiable. La importancia y utilidad de las nuevas tecnologías para la educación es indudable, porque pueden fomentar la creatividad y la autonomía del alumnado y estimular una determinada comunicación. Pero su aceptación irreflexiva también supone un peligro, porque pueden estimular el individualismo y crear personas solitarias y muy limitadas que se cierren a otro tipo de comunicaciones. La educación a distancia puede permitir el conocimiento de muchas cosas, pero la convivencia y la socialización son fundamentales para la educación, y los nuevos medios ahí no pueden hacer nada. Para acercamos a las nuevas tecnologías los profesores, más que la técnica, deberíamos conocer el mundo hacia el que vamos, porque no tenemos tiempo ni capacidad para asimilar todos los cambios que acontecen y muchas veces nos encontramos indefensos.

¿Qué diría a los nuevos maestros?

Una idea sencilla: que no pierdan la capacidad de ilusionarse, sobre todo con los pequeños avances, con las pequeñas victorias que producen satisfacción. A veces el trabajo en el aula nos frustra porque no vemos los resultados enseguida. Pero es importante disfrutar de los momentos de satisfacción que nos producen los avances pequeños y estimular las actitudes positivas del alumnado, su creatividad, sus capacidades para socializarse. También es fundamental intercambiar experiencias y trabajar en común. Hay que asociarse, sindicarse, formar grupos de trabajo.